miércoles, 8 de octubre de 2008

Crónicas de una ida y una vuelta: Capítulo IX y final.


Los últimos tres días habían sido los peores en la vida de Harry; Aurors recorriendo toda su casa y la Madriguera en busca de pistas, los entierros de los miembros de su familia y especialmente, el del amor de su vida. Hasta ahora, no habían encontrado nada; lo único que sabían a ciencia cierta era que a los Weasley la muerte se los había llevado rápidamente. Por otra parte, los niños no recordaban nada de lo sucedido antes de que los aturdieran, ya era demasiado duro para ellos saber que crecerían casi sin familia.

Los tres amigos se encontraban en la cocina de la Madriguera, cada uno sentado a la mesa. Hermione abrazaba a Ron, quien lloraba con el rostro hundido en el hombro de su amada. Harry miraba hacia la nada, concentrado en comprender por qué había pasado todo esto; una vez más, la fatalidad teñía su vida.
Minutos atrás les había relatado lo que Dumbledore le había contado años atrás, esto generó que Ron se indignara con él y estuviese muy cerca de echarle una maldición.
-No puede ser que nunca nos hayas contado esto, a veces puedes llegar a ser un imbécil –le dijo Ron agarrándolo de la ropa y levantando el puño para golpearlo. Pero en ese momento, Hermine actuó deteniendo al pelirrojo.
Harry no le dijo nada, a duras penas había podido contarles lo que había guardado tantos años, pero desde la muerte de Ginny ya no hablaba y se quedaba horas enteras, sentado sin hacer nada, culpándose silenciosamente una y otra vez.
Fue entonces que Hermione habló y lo hizo volviendo a mostrarse dura y racional.
-Si Dumbledore estaba en lo cierto -le dijo mirándolo directamente a los ojos-, mañana tendrás que ir a Hogwarts.
Harry tardó en contestar, la Madriguera ya no le transmitía esa paz y felicidad que sentía cuando era niño. Ahora, el pensar que había sido el hogar de Ginny durante tantos años, lo destrozaba y sentía que ya no pertenecía a ningún lado, salvo al viejo Castillo.
-Mañana temprano iré -. Dijo finalmente.
-Te acompañaremos -. Dijo Ron levantando la vista y mirándolo fijamente.
-Está bien -. Dijo Harry. Aunque sentía en lo profundo de su ser que debía ir solo al Colegio, pero sabía que la situación también concernía a Ron.

Fue el cumpleaños más miserable de su vida, superando incluso a los padecidos antes de enterarse que era un mago. Apenas pudo dormir y se la pasó llorando toda la noche, acariciando el lado de la cama que ocupara Ginny.
A la mañana se despidió silenciosamente de sus hijos. Fue un adiós muy duro y le costó una gran fuerza de voluntad, aunque no los despertó, solo besó sus frentes.
Se vistió con las túnicas que usara en Hogwarts, todavía le entraban cómodamente y de todas las que poseía eran las que más le gustaban, dado a que le recordaban viejos tiempos y todas las grandes aventuras que había vivido.
Se apareció en la entrada al Castillo, aquella por la que muchos años atrás huyeran Snape y Draco. Qué lejos le parecía todo lo que había ocurrido en esos tiempos y ahora, volvía a ese lugar sufriendo la misma sensación de pérdida que en esa fatídica noche; aunque en estos momentos, la punzada era mucho más aguda.
El día era hermoso, no había ninguna nube en el cielo y el calor del sol comenzaba a sentirse; el clima parecía burlarse de él. Sus dos amigos ya lo estaban esperando. A pesar de los reproches de Hermione, habían decidido resolver todo sin la ayuda de nadie. Por lo tanto, ninguno de los miembros del Departamento de Arurors se enteraría de lo sucedido.
-Ya abrimos la reja –dijo Hermione.
-Bien –dijo Harry sacando su varita del bolsillo-, entremos.
Los tres ingresaron en los terrenos. Fue una caminata muy larga hasta la puerta del Castillo y mientras duró, no advirtieron nada extraño, salvo que todo se encontraba bajo un silencio sepulcral. Parecía que el Bosque Prohibido no tenía vida, ningún tipo de animal se asomaba para observarlos, ni siquiera el viento soplaba moviendo las copas de los árboles. A lo lejos vieron el lago y la tumba blanca, a Harry se le hizo un nudo en la garganta. La cabaña que en otros años había pertenecido a Hagrid, se encontraba completamente cerrada, al igual que la gran puerta principal.
A pesar de la información brindada por Dumbledore, nadie los estaba esperando.

Toda la quietud se hacía cada vez mas insoportable, Harry sentía la necesidad de decir cualquier cosa con tal de escuchar un sonido, pero algo no lo estaba dejando.
Esperaron unos minutos en forma callada, nadie apareció. Sin embargo, Harry sentía que lo estaban observando desde que se había aparecido.
-Ingresemos al Castillo –comenzó a decir Hermione-, podríamos esperar mas tranquilamente…- Pero no pudo terminar de proponer lo que quería, un haz de luz verde la envolvió y su cuerpo cayó al suelo.
-¡¡Hermione!! – Gritó Ron y se agachó abrazando el cuerpo de su mujer - ¡Maldito hijo de puta! –Dijo mirando en la dirección que había venido el rayo, mientras tomaba su varita entre las manos. Harry se había quedado estupefacto.
-¡Avada Ke...! –Gritó el pelirrojo, pero no alcanzó a convocar la maldición, porque un chorro de luz blanca lo golpeó de lleno y lo hizo volar hacia atrás, desintegrándolo por completo.
-¡¡Ron!! –Gritó esta vez Harry -¿¡Que demonios!? –Dijo mirando hacia todos lados, intentando distinguir quienes los había atacado. A unos treinta metros de donde se encontraba, un mago alto y delgado venía caminando hacia él; la barba y los cabellos le llegaban a la cintura, vestía túnicas rojas y negras y ocultaba las manos en su espalda.

Harry hizo ademán de levantar su varita y responder al ataque, pero a pesar de que la rabia y el dolor fluían en ese momento por todo su cuerpo, decidió esperar a ver que sucedía. Hacía tiempo había entendido que sus emociones no lo ayudarían en un duelo.
-¡Vaya, vaya! -exclamó el mago mientras se acercaba- el gran Harry Potter en persona. Por cierto, feliz cumpleaños -. Dijo sonriendo.
Harry le lanzaba dagas a través de sus ojos color verde. -¿Quién rayos eres? –Escupió con rabia.
-Me llamo Henry -. Dijo el mago sin dejar de sonreír-. Y como creo habrás descifrado, soy quien te citó en este hermoso lugar -. Dijo en tono burlón.
-Con el propósito de asesinarme… –dijo Harry, quien finalmente comprendía la verdad.
Henry solo respondió con una carcajada.- He esperado este momento durante muchos años Harry-.Dijo.
-Pagarás por lo que me has hecho- dijo Harry.
-Eso –contestó Henry irónicamente-, me lo han dicho varias veces -.

Rápidamente Harry levantó su varita y una maldición asesina salió de ella. Henry se movió con una velocidad sorprendente y la maldición se perdió en los terrenos. Varios haces de luz verde continuaron saliendo de la varita de Harry, pero ninguna dio en el blanco.
Henry apuntó con su varita hacia Harry acompañándola con un movimiento de su muñeca, pero ningún tipo de rayo salió de ella. Su adversario volvió a atacarlo con un ‘Avada Kedavra’, pero éste reboto contra una especie de escudo invisible que rodeaba al mago. Harry se quedó muy sorprendido.
-Eso es imposible, no existe conjuro para bloquear la maldición asesina – dijo, pero en ningún momento bajó la guardia.
-Nada es imposible en el universo de la magia, Harry – le dijo Henry- ¿Te preguntarás para que te traje hoy aquí? Bueno, pase gran parte de los últimos años observándote muy de cerca, al igual que a tu familia, esperando el momento correcto…-
-¿Por qué los mataste, maldito? –le preguntó.
-Porque quería que sufrieras, y puedo notar que lo he logrado. Si, no hace falta que preguntes, se Legeremancia –dijo Henry ante una mueca de Harry.
-Pero ¿Con que necesidad? ¿Qué te he hecho? – preguntó nuevamente.
-¿En verdad creíste que el vencer a Lord Voldemort no traería alguna consecuencia negativa? El bien no siempre triunfa, Harry. Estoy cansado de que suceda eso –dijo Henry-.

Harry lanzó otro haz de luz verde, las palabras de Henry le habían recordado por que estaba tan furioso. Pero otra vez, la maldición asesina fue bloqueada por el escudo de Henry. Harry buscaba en su mente algún tipo de ataque, pero no se le ocurría ninguno y mientras tanto, Henry continuaba la charla.
-Durante algún tiempo intenté comprender por qué habías ganado –dijo-, buscando entre datos, crónicas y relatos, llegué a la conclusión de que ganaste por un combo de suerte y estupidez. La suerte te acompañó durante todos esos años en Hogwarts y luego en la búsqueda de los Horcruxes. La estupidez… Bueno, Lord Voldemort demostró ser menos inteligente de lo que algunos suponían –dijo sacudiendo la cabeza-. Fue el mago oscuro más poderoso de todos los tiempos y no pudo con un simple estudiante inexperto. No se debe subestimar a la gente.
-Exactamente –dijo Harry-, y él pagó ese precio con la muerte que tanto temía. Así que por eso en realidad estas aquí, para vengarte de mí.
-No seas tan soberbio, Harry –dijo Henry-. No todo pasa por tu persona. Como ya te explique anteriormente, estoy aquí para demostrarte que los finales felices no existen. No soy ningún mortifago o algún loco admirador de Voldemort. Solo te enseñaré que la vida puede darte esta clase de sorpresas y que no deberías haberte confiado tanto -. Dijo y comenzó a reír.

Harry volvió a pensar en Ginny, como aquella noche en el Bosque Prohibido momentos antes de recibir el segundo ‘Avada Kedavra’ de Lord Voldemort. Henry sabía lo que había logrado con lo que le había dicho y aprovechó ese momento de distracción en el Elegido para lanzar su primer ataque. Movió velozmente su varita apuntando a uno de los árboles y, ante el estupor de Harry, uno de los árboles cobró vida. Tardó un poco en sacar las raíces de la tierra, pero ni bien estuvo libre del todo, se dirigió hacia donde estaba parado Harry, moviendo sus ramas para intentar golpearlo. El mago respondió con varias maldiciones que tocaban el tronco sin dejarle grandes daños; pero una de ellas logró incendiarlo y mientras tanto (gracias a sus reflejos de Auror y de ex jugador de Quidditch) esquivaba cada golpe lanzado por el árbol. Hasta que finalmente, con el encantamiento “Incendio” logró consumirlo bastante como para que se derrumbara por completo y no se volviera a levantar.

Henry se había contentado con observar la escena y reía mientras Harry se defendía.
-Te defendiste bastante bien –dijo socarronamente.
Harry no contestó, solo alzó su varita nuevamente y continuó su ataque hacia Henry. Era notable su estado físico y mágico, cualquier otra persona hubiese estado pidiendo tiempo fuera luego de quince minutos del ritmo que ambos mantenían. Pero con cada minuto que pasaba, Harry se iba agotando; pelear en los terrenos de Hogwarts era algo complejo dado a que no se podía aparecer o desaparecer a gusto, por lo tanto había que utilizar la resistencia física. Esto Henry lo sabía muy bien y cuando planeó todo, eligió el colegio por esa razón: representaría un obstáculo tanto para él como para el otro.
Una y otra vez, Harry atacaba lanzado maldición tras maldición, pero Henry solo esquivaba o bloqueaba los hechizos utilizando Legeremancia.
-¿No te cansas de fallar una y otra vez Harry? –Preguntó Henry-. ¿Por qué no admites que nunca fuiste tan extraordinario como se cuenta por allí? Sabes, todos hablan muy bien de ti, creen que eres un gran mago por haber logrado vencer al bobo de Voldemort. ¡Y lo hiciste con un Expelliarmus, por dios! ¿Qué clase de mago gana un duelo a muerte con un hechizo desarmador? -.
-Nunca me gustó matar –contestó Harry.
-Y por eso ahora no me estas lanzando maldiciones asesinas. Yo creo que la suerte con la que contaste durante todos esos años fue una exageración. No tiene otra explicación; y de no ser por tu amiguita –dijo Henry señalando el cadáver de Hermione-, tampoco hubieses logrado eliminar ningún Horcrux.
-¿Y eso de que importa? Logré lo que quería y mucho más. –Dijo Harry cada vez más enojado.
Henry comenzó a reír nuevamente. – ¡Y ahora lo has perdido todo! Gente como tú no merece todo lo que disfrutaste durante estos años, solo merece ser exterminada. –Dijo Henry y lanzo una seguidilla de maldiciones que obligaron a Harry a retroceder hasta las puertas mismas del Castillo mientras se defendía a penosamente.

En el momento más crítico de la batalla, ante una distracción de Harry debido a las palabras desconcertantes de Henry, el mago contraatacó velozmente con una maldición “Cruciatus”, tomando por sorpresa al Elegido, que cayó estrepitosamente al suelo, retorciéndose de dolor. La varita le había volado de las manos y con ella toda posibilidad de respuesta, el duelo había terminado.
-¡¡Crucio!! –volvió a gritar Henry. Se acercó lentamente a donde se encontraba el otro mago y bajó su varita, observando como Harry se convulsionaba.
-Todo acto, querido Harry, genera consecuencias. ¿Creíste que el Mundo Mágico se concentraba en Europa solamente? ¿Creíste que tus acciones no iban a ser advertidas por alguien? Todos se equivocaron –dijo-. Dumbledore tenía razón, hay peores cosas que la muerte y tu eres un claro ejemplo, espiritualmente estas acabado y la continuidad de tu vida ya es insostenible. Solo me queda por decirte que hoy comienza una nueva era. Adiós.
Harry no dijo nada, pero antes de desmayarse miro unos segundos a su vencedor.

Cuatro palabras llenaron los terrenos de Hogwarts. Para cuando todo pasó y Henry levantó la vista, no quedaba casi nada. El Castillo estaba parcialmente en ruinas, la tumba blanca había sido desintegrada y junto con ella, la “Elder Wand” también.

-Jaque Mate –dijo Henry y luego desapareció.



Fin.

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